miércoles, 20 de abril de 2022

TORREJONCILLO DEL REY. UN PUEBLO DE ALJEZ (I)

En los dos últimos artículos que he venido escribiendo, el del mes de abril del pasado año sobre el silo (El almacén del “oro cereal” de Torrejoncillo del Rey. El Silo), y el de los pilones en el otoño de este recién finalizado 2021 (Pilares urbanos de Torrejoncillo del Rey), han sido numerosas las veces que he nombrado el yeso.

En estas dos historias sobre antiguas construcciones tan singulares del pueblo, han sido distintas las formas de referirme a este elemento que forma la base geológica de su territorio, de nuestro pequeño país, pues el yeso en Torrejoncillo no sólo caracteriza gran parte de su término desde este punto de vista geológico al pertenecer a la España yesífera, sino que configura de una manera preferente su paisaje, la arquitectura popular, su flora y fauna, sus cultivos, y hasta la climatología, pudiendo decir que gran parte de su territorio está conformado con características geográficas y culturales propias de esta zona dentro de la provincia y la propia comarca.

Torrejoncillo del Rey junto con sus pedanías forman parte de la comarca conquense de la Alcarria, pero cuando el municipio se abre al sur siguiendo las fuentes del río Gigüela, por el contrario será la comarca de la Mancha Alta la predominante, de aquí este licencia literaria que me permito lejos de cualquier connotación nacionalista, pues el paisaje de todo el valle alto del Gigüela parece contemplar una identidad propia que traspasa las fronteras de una u otra comarca, y cuyo nexo común, diluidas las tradiciones como elemento de conexión de este país imaginario en la sociedad moderna de la España urbana, presentes sólo ya en la memoria de los mayores, es el yeso tradicional, la resistencia del aljez, el último vestigio de unión de esta entidad ficticia. Sirva como metáfora.

Sobre esta unidad de las tradiciones populares en toda la cabecera del Gigüela, sobre la semejanza de ellas en los lugares por los que su curso atraviesa, incluido el propio Torrejoncillo del Rey, no vamos a detenernos, pues son tantas y variadas las motivaciones comunes: culturales, etnográficas, gastronómicas, musicales, etc…, que requeriría un trabajo demasiado amplio, que claro está se escapa del objeto de este artículo, y esencialmente del conocimiento de quien escribe. Sirvan como ejemplo los motivos religiosos, como son la danza, las endiabladas, las romerías, las mayordomías, los dichos y chascarrillos, ¡la Tarasca, en san Blas!, pero tan vinculada a la fiesta del Corpus…, y cómo se reproducen a lo largo de este río que nos une de forma casi idéntica. El historiador y sacerdote Vicente Malabia Martínez en su estudio La Danza de David ante el Arca. Orígenes Religiosos de la Danza (Ed. Universidad CLM y del Ayuntamiento de Almonacid. 2006) describe magníficamente este nexo común, y a su escrito emplazo a los curiosos. Por tanto, dejo el patrimonio cultural inmaterial del país imaginario de las fuentes del río Gigüela para otros escritos, y una vez más os invito a pasear por el pueblo y sus alrededores, y observar con detalle el paisaje tangible de yesos que nos rodea.

Entiéndase la palabra yeso en sus múltiples significados, pues no sólo me refiero a ella en la acepción de mineral con su correspondiente compuesto químico, sino también como he citado al propio aljez o roca sedimentada, o al producto en polvo obtenido tras su transformación con sus técnicas más tradicionales como más adelante trataré de explicar, o como el resultado final endurecido tras su transformación en sus diversas aplicaciones, así los yesones o cascotes utilizados para la construcción de tabicones entre algunos de sus muchos uso. Y aquí en Torrejoncillo, como en otras localidades que han descubierto este tesoro cristalizado escondido bajo la tierra, también con la acepción de yeso especular o espejuelo -lapis specularis-; quizás la riqueza mayor de la que hoy dispone el pueblo con el ejemplo de la mina romana de “La Mora Encantada” (Guía de La Mina Romana de LAPIS SPECULARIS de “La Mora Encantada”. Torrejoncillo del Rey. María José Bernárdez Gómez y Juan Carlos Guisado di Monti. 2015) para la antigua extracción de este mineral, no sólo por este interés geológico y minero, sino etnográfico, patrimonial, cultural en su sentido más amplio, también como generador de riqueza y ayuda a paliar los efectos de la “España vacía” (La España vacía: Viaje por un país que nunca fue. Sergio del Molino. 2020).


Pues bien, allá por dónde paseemos, bien fijemos la vista al suelo por el que caminamos, alcemos la mirada para observar las construcciones tanto urbanas como las de labor o ganaderas: antiguas fincas, desde la más humilde a las casonas, tapias y muros, corrales, caseríos, apriscos, chozos, palomares, pilones, taludes…, o la elevemos al horizonte para ver el paisaje yesífero en gran extensión, comprobaremos que Torrejoncillo del Rey es un pueblo de aljez; un lugar en el que parece no haber transcurrido el tiempo en su paisaje y arquitectura popular durante siglos, claro está con el trabajo creativo de eliminar de nuestro magín la roturación desmedida en este caso de calveros, las recientes pinadas que salpican los cerros, la necesaria gran obra pública si el paseo transcurre por caminos y sus campos, y los espolios y desmanes urbanísticos con la invasión de materiales constructivos ajenos a esta forma de edificación tradicional si el caminar es urbano. Sin olvidarnos del abandono de las antiguas construcciones tradicionales citadas, gran parte en ruina o ya desaparecidas. Sí, desechados de nuestra retina estos avances y retrocesos contemporáneos, el pueblo y su territorio parecen parados en el tiempo, anclados en un mar de yeso.

En la introducción del interesantísimo “Estudio del yeso tradicional en España. Yacimientos, canteras, hornos y la arquitectura tradicional, su estado de conservación y propuestas de itinerarios visitables para su revalorización y difusión (2016)” de la Dra. Vincenzina La Spina de la Universidad Politécnica de Cartagena, podemos leer: “Una de las principales características de la arquitectura tradicional es el uso de los materiales locales y de las técnicas constructivas a ellos ligados, es decir de aquellos recursos naturales más próximos empleados buscando la mejor adaptación técnica y arquitectónica a las condiciones climáticas del territorio. Se crea así una relación bidireccional entre el edificio y el paisaje, por una parte el edificio se construye con materiales vinculados con el paisaje, su geología, sus cultivos, o su climatología y por otra parte el edificio se integra en el paisaje porque está construido con materiales extraídos del mismo. Este impresionante y completísimo estudio, al que me referiré en varias ocasiones a lo largo de este artículo, disponible en la red y al que podemos acceder sencillamente a través de la web del Ministerio de Cultura y Deportes, nos ilustra como en Torrejoncillo del Rey y gran parte de este país situado entre la comarca de la Alcarria y la Mancha Alta del que hablo figuradamente, se crea una relación bidireccional entre el edificio y el paisaje, con el yeso en sus diversas formas de presencia que he enumerado como el material local por excelencia, y que es la base de nuestra arquitectura tradicional, nuestro símbolo de identidad.

Si en la Alta Alcarria, como en las localidades de Priego, Buendía, Garcinarro, o la cercana ciudad del antiguo concejo o alfoz, Huete, por citar sólo algunas, el material que suministraba el territorio es la piedra de arena o arenisca, principalmente en colores ocres y pardos, y junto a la madera y la tierra forman parte en gran medida de los principales elementos de su arquitectura tradicional, claramente será la piedra caliza y la roca sedimentada o aljez extraída de nuestro propio territorio el material esencial en las construcciones tradicionales de Torrejoncillo del Rey. Junto con la madera, y el polvo de yeso, también mezclado en tierra para el mortero de las mamposterías, configuran el paisaje gris de las localidades de la vega alta del Gigüela, tan sólo roto este color plomizo por los refulgentes encalados exteriores, que nos hacen agachar y apartar la mirada de las fachadas en los claros días de verano, o las tintadas de colores: añiles, amarillos, rojos y ocres, en el agua de amasado del polvo de yeso que lucían en menor medida algunas casas.

Aún recuerdo mi casa familiar de la plaza de la Salud, con los pavimentos de yeso y los tabiques de las salas y habitaciones con tintadas de estos colores, y que obligaban al pintado de mantenimiento anual, o que hacían inútil el barrido de la casa, pues nunca se terminaba de sacar polvo del suelo sin pulir como en la gran parte de las casas modestas del pueblo o estancias que no fueran principales, donde no era común la presencia de baldosas de barro o las bonitas baldosas hidráulicas tan apreciadas hoy en día, con tanta variedad de diseños en dibujos y colores diversos, como aún prevalecen en algunas de estas casas antiguas.

Cuando camino por el pueblo, siempre me ha atraído ver y fotografiar las casas en ruina o desahuciadas, o aquellos solares en los que se ha producido un derribo para la edificación de la futura vivienda unifamiliar, moderna, al gusto urbanita y eficiente, y completa de nuevas comodidades; observar las fachadas quebradas y los forjados partidos y rotos, por los que a través de sus hendiduras también permiten la vista de las modestas habitaciones y los restos de mobiliario, con sus techos y tabiques semihundidos sobre estos antiguos y sencillos enseres desechados en la mudanza última o postergados tras el cierre definitivo, otrora refugio del amor y apego al hogar; o los restos en los solares, como un osario triste y olvidado de arquitectura tradicional, mortajas de yesones, palos, y tejas: “refugio sagrado de la memoria, ese lugar al que nuestros deseos ya nunca regresarán” (Filosofía verde. Roger Scruton. 2021).


En este observar quieto y ensimismado, podemos apreciar de manera admirable lo referido anteriormente sobre el empleo de este preciado material de yeso, y los detalles y técnicas de construcción empleadas por los antiguos alarifes y maestros de obra, casi mantenidas hasta nuestros días. Alguna muestra, con esta secuencia de fotos olvidadas.

 

 






Huyo de continuar escribiendo sobre un tema tan apasionante y basto -tan triste en estos términos- como la arquitectura popular de la Alcarria, o la propia Mancha, pues trato otra vez de acotar este escrito y centrar el interés en el proceso tradicional de transformación del yeso, dado los abundantes yesares y hornos tradicionales en Torrejoncillo del Rey que he venido descubriendo en mis paseos, y que ahora pasaré a inventariar y describir con la ayuda y guía imprescindible del estudio de la Dra. Vincenzina; pero para los curiosos que quieran profundizar en esta materia, recomiendo el libro “La arquitectura tradicional de la Alcarria Conquense. Valoración y rehabilitación”, del arquitecto Dº José Luis García Grinda, catedrático de la E.T.S. de Arquitectura de la U. P. de Madrid.

¡Dejémonos de cháchara, y comencemos el paseo! En la siguiente imagen indico las tres zonas en el entorno del pueblo por las que he estado buscando estas canteras exteriores para la extracción de la piedra caliza y los hornillos para su transformación. Son tres los parajes recorridos, muy cercanos y conocidos por todos, siendo estos los de la Mina de la Mora Encantada en Las Majadillas, Era Mata, Cementerio, y Pinchaires, al oeste; el Vallejo del Quemado por el este; y los parajes de Eras del Convento, San Roque, El Pozo Hondo, y Mancivera al sur. La ubicación de algunos de estos elementos auxiliares de la arquitectura popular es conocida por los mayores, que incluso algunos llegaron a ver en uso, o por las familias propietarias de los hornos semi-industrializados que aún recuerdan cómo este trabajo era el sustento de la casa, como así fueron los hornos de los “Chulos”: hermanos Cabello, y el de las familias de los “Patas” y de los “Manquillos”: Fernando Cuenca y Miguel Buendía, y que a continuación identificaré.

Para el resto de paisanos y paseantes sin un mirar curioso, es muy probable que estas construcciones tan antiguas pasen desapercibidas y sea ignorada su existencia dado la total integración con el terreno de estos elementos arquitectónicos, máxime teniendo en cuenta su estado de abandono y deterioro por el desprendimiento de sus paredes, y muchos cubiertos y camuflados entre la maleza invasora; cuestión ésta que modestamente con este trabajo pretendo evitar, ilustrar y dar a conocer este rico patrimonio con el que contamos, con el afán de que se tome conciencia de la importancia que hasta bien entrado el siglo XX tuvieron para la producción tradicional de yeso, no industrializada, suministrando hasta la incorporación e implantación de los nuevos materiales y técnicas, esta materia prima básica para la práctica totalidad de las construcciones del pueblo.

En esta primera zona, encontramos junto con la Mina de lapis specularis de la Mora Encantada un hornillo casi desintegrado; otros tres dispersos en la Era Mata; uno más tras las tapias traseras del cementerio municipal, a la fachada norte de la ermita de Santa Ana; y el último, muy camuflado entre los pinos, en el paraje Pinchaires, al pie de la ladera del cerro donde se encontraba el huerto de Julio, “el Barbero”, hoy salvaje y agreste, huérfano del azadón domesticador, ya próximo al arroyo del Hortizuela. Este último cuenta también con cantera hermosa que ha sufrido algún desprendimiento, que hace peligrosa la inspección sin la debida precaución.

Horno de planta troncocónica, semienterrado, en Era Mata

La segunda zona está a la salida del pueblo por la carretera hacia Huerta de la Obispalía, en el Vallejo del Quemado, donde se encuentran los restos del horno de la familia Buendía, junto con tres hornos más alineados según nos alejamos del municipio -dos de ellos están agrupados-, al pie del cerro de las Carrasquillas, a solana, pasada la vivienda de Mariano Briones en el margen izquierdo de esta carretera. Encontramos también en el paraje la existencia de canteras para la extracción.

Horno de planta circular, excavado en tierra, en el Vallejo del Quemado

Y por último la tercera zona, con un buen puñado de hornillos, pequeñas canteras, y abundantes eras, también, cómo no, abandonados y perdidos estos conjuntos de producción artesana; incluso en una de estas eras aún podemos observar la existencia de un gran acopio olvidado de rocas calizas preparadas para la transformación que nunca se produciría, como un túmulo inanimado de piedras yacientes, testigo atónito de la extraordinaria alteración del paisaje, ahora con nuevos molinos de poderosísimas aspas que dominan el viento en lugar de muelas machacadoras. Son los parajes de las Eras del Convento, de San Roque, El Pozo Hondo, y Mancivera.

Horno de planta troncocónica, en San Roque

Son un total de 15 los pequeños hornos localizados, generalmente de uso individual, familiar, o en mucha frecuencia mancomunada, donde un grupo de vecinos se unían y colaboraban en la elaboración del yeso, que compartirían finalizada las jornadas de duro trabajo, para empleo final en las obras propias, autoconsumo básicamente. Cierra mi inventario dos hornos semi industriales en el entorno urbano, destinados a la comercialización de yeso; y una fábrica en Horcajada de la Torre, emplazada en la falda del Cerro de la Cruz, pegada al río Gigüela, y a pesar de su condición industrial producía conforme a la transformación del yeso tradicional, que se caracteriza por poseer una composición muy diferente a la del moderno yeso industrializado como consecuencia directa de su proceso de producción. Estas tres instalaciones las detallaré y describiré más adelante.

Los hornos se encuentran en distinto grado de conservación, aunque de manera generalizada en estado de ruina o semi ruina. Lo sorprendente es que recuperarlos no sería una difícil y costosa labor, dadas las sencillas técnicas constructivas, algunos fabricados en piedra en seco, y otros muchos excavados o semi excavados en el propio terreno, donde con un sencillo trabajo de limpieza y reposición de aquellos que cuenten con paredes de fábrica con las propias piedras disgregadas del entorno, sería suficiente para su rehabilitación, sacarlos del abandono, enriquecer el pueblo con este patrimonio indefectible, y rescatarlo de la historia olvidada de Torrejoncillo del Rey.

El citado libro de José Luis García Grinda cuenta con un bonito boceto de un típico horno de yeso tradicional como los que podemos encontrar por el pueblo, y sin ánimo de excederme en cuestiones técnicas, también aporto en este trabajo uno dibujos que aparece en el trabajo de la Dra Vincenzina: “La diversidad tipológica de los hornos tradicionales de calcinación de yeso en España (2020)”, muy ilustrativos sobre los aspecto constructivos, funcionales y morfológicos de los estos hornos.

El proceso era muy sencillo, pero no por eso menos duro al realizarse por medios manuales, pequeñas herramientas y utensilios simples, sin mecanización, y sólo con la ayuda de las bestias de carga para los trasportes de los materiales; y sin obviar que como todo proceso artesano requería de la técnica y sabiduría adecuada que la sólo la tradición era capaz de transmitir.

Comenzaba esta elaboración con la extracción de las rocas en la cantera mediante las famosas barrenas, varas largas de hierro que se hincaban en la piedra a base de mazo, hasta que se producía el resquebrajamiento. El empleo de dinamita también era común, principalmente por los propietarios de los hornos semi industriales, y que hacían de este trabajo su profesión y sustento. La dinamita, contenida en pequeños saquitos, se iba introduciendo en los huecos dejados por las hincas, hasta rellenar la cavidad cilíndrica con estas pequeñas bolsas demoledoras. Obtenida la piedra, tocaba una segunda labor de rotura en la propia cantera hasta conseguir un tamaño adecuado del cascote que facilitara la posterior colocación y encaje en el horno para configura el hogar, además de facilitar el posible transporte si la yesera estaba alejada.

La piedra de yeso, una vez perfilada, se colocaba en el horno conformando un hogar, una bóveda que se iba cerrando más y más hasta colmatar el horno. Es aquí donde comenzaba el proceso de deshidratación. Con retamas o escoberas, o la preciada leña principalmente traída desde la sierra de Cabrejas, se realizaba la hoguera que debía mantenerse constante y viva durante toda una noche, hasta que la mirada experta del yesero aseguraba la milagrosa transformación de la roca en piedra deshidratada. Tras la quema, llegaba la desmembración del horno para finalizar el proceso con la molienda y cribado. El polvo de yeso y los cascotes eran depositados en sacos para la arriería y carga en las mulas o en las galeras y traslado al pueblo.

Existen en la red numerosos videos que recrean esta producción artesanal, son testimonios audiovisuales de gran valor, interesantísimos, algunos de gran belleza y bien producidos, con implicación de muchas asociaciones, centros de estudio, empresas de TV…, colectivos y profesionales que han contribuido a mantener vivo el “duro y viejo oficio de yesero”, y que como no podría ser de otra manera recomiendo su visualización para entender la importancia de esta tradición. En la bibliografía de este trabajo aporto algún enlace de estos vídeos, pero el Estudio Yeso tradicional citado, en sus páginas de la 31 a la 35, relaciona muchos trabajos audiovisuales.



Emplazamiento del Horno de los hermanos Cabello, los Chulos, en C/Urbanos

Antigua foto aérea del horno de la familia Cabello, en C/Urbanos

Restos del horno de la familia Cabello, en C/Urbanos

No catalogo este horno ya desaparecido, aunque de las antiguas fotografías me aventuro a describirlo como construido en mampostería, de planta circular y sección cilíndrica, de un tamaño mediano, sino grande, y semi excavado aprovechando el desnivel del terreno entre la calle Espolona y la antigua calle Honda. La molienda y criba se realizaba mecánicamente en el propio solar.

El otro horno urbano de comercialización del yeso era el de Miguel Buendía, “Manquillo” y Fernando Cuenca, “Pata”, compartido por ambos. Aquí sí quedan vestigios del horno, de mayor tamaño que los hornillos dispersos por el término del pueblo en las tres zonas descritas; restos que se han respetado ante las nuevas obras de rehabilitación de la antigua vivienda que la familia ha llevado a cabo recientemente, salvaguardando los restos arquitectónicos, como si de un tesoro se tratara. Estas dos instalaciones para la producción semi – industrial de yeso, si bien el proceso de producción en ellos también era artesanal, con las mismas técnicas tradicionales empleadas en la transformación descritas, la diferencia estribaba evidentemente en el tamaño, de mayor capacidad, pero fundamentalmente en la molienda, ya que ésta se realizaba mecánicamente, mediante molinos machacadores accionados eléctricamente o acoplados con junta cardan a motores de viejos tractores.

Restos del Horno de la familia Buendía, en C/ Vallejo




Programa de la fiesta de Urbanos de 1962. Anuncios publicitarios de Yeserías en C/Urbanos, y C/Vallejo.


Por último, tenemos la fábrica en Horcajada de la Torre. En verdad no poseo datos de esta instalación, salvo el reportaje fotográfico que hice moviéndome entre sus escombros, cascotes, y restos. No he podido recabar más información, pero la edificación, en estado de ruina, bien merece un estudio adicional y recuperarla para la historia contemporánea de este pueblo. También dispone de cantera próxima, que erosionaba la primera pendiente del Cerro de la Cruz, muy característica. Señalar que en las pedanías como las de Naharrros también sé de la existencia de estas instalaciones tradicionales, lo que nos da una idea de lo básicos y esenciales que estos pequeños complejos mineros y de producción eran para la economía de la zona.

Todos estos hornos para la transformación tradicional del yeso, se localizan en su gran mayoría junto a pequeñas canteras, muy comunes y abundantes en el pueblo dada la pertenencia de Torrejoncillo del Rey a la España yesífera. Son fácilmente identificables, por lo general ubicadas en zopeteros, con cortes a cielo abierto y a piedra vista, que destacan del suelo cubierto de la característica vegetación gipsícola del término. Evidentemente todas las halladas se encuentran sin actividad, como si después de una dura jornada de trabajo, se hubiese parado el tiempo y las rocas aun esperaran la llegada de los barreneros para extracción diaria.

Fábrica y cantera de Horcajada de la Torre.

Si nos acercamos y observamos con detenimiento a estos restos de yesares, podemos encontrar en muchos de las paredes señales por los métodos de extracción, como son los rastros que las hincas o barrenas de hierro dejaban al clavarse en el corazón de la roca hasta desquebrajarla para la obtención de sillares, o para el depósito del pequeño saquito de dinamita demoledora para la rotura del bloque en cascotes.

Y en esta economía circular, al uso del lenguaje moderno, con la extracción próxima o junto a los hornos para evitar en lo posible los largos y costosos traslados de la pesada piedra, completaría este proceso eficiente y sostenible la existencia en todos estos entornos de las eras para la molienda, última fase del proceso. La molienda se realizaba mediante el golpeo de la piedra deshidratada con barras de hierro hasta su desmenuzamiento, para posteriormente y en muchos casos pasar el rulo o rodillo tirado por los mulos sobre la piedra menuda, hasta la obtención final del preciado polvo tras el cribado con los cedazos. Todas estas eras que encontramos alrededor del pueblo, también muy abundantes y algunas en muy buen estado, como sabemos han sido utilizada para las labores propias del agro, principalmente para el trillado de la mies y almacenado del grano hasta que una vez suficientemente seco, se transportaba a los silos o harineras; pero en esta economía de subsistencia, también eran usadas para la elaboración del yeso, diversificando así su uso.

Horno y era para la molienda y cribado, con rodillo al fondo, en Era Mata

Por último, era muy frecuente encontrar en estos conjuntos de extracción y transformación, elementos auxiliares de gran valor como podrían ser los almacenes, o refugios para los yeseros, que durante las largas noches tenían que alimentar de manera continuada el horno de leña hasta que se produjera la deshidratación de la piedra de yeso, y de los que estas zonas que señalo del pueblo no están exentas de estas interesantísimas construcciones. Y cómo no, los sempiternos rodillos de aplanado y mantenimiento de las propias eras, también usados en el proceso de molienda. Paso a mostrar una serie de fotografías de los elementos que me han parecido más llamativos, y con las que me gustaría realizar una llamada desesperada a la conservación y rehabilitación antes de su total desaparición.

En 2020 se publicaba la nueva Ley 9/2020, de 6 de noviembre, de Patrimonio de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que venía a derogar la antigua de 1985 y el Decreto 104/1986 que desarrollaba esa Ley. Hasta la fecha nos encontramos en la Comunidad sin un nuevo Decreto que desarrolle esta norma básica, sin planes o programas ambiciosos, y evidentemente sin partidas presupuestaria que la acompañen, y que en los pequeños Ayuntamientos sin recurso suficientes, así como para los propietarios, promotores, mecenas…, además de las enormes cargas administrativas y burocráticas, el colapso urbanístico en los municipios donde la gran mayoría no cuentan con ningún instrumento de planeamiento general adecuado, y sin perder de vista el principio básico constitucional de la propiedad privada, hace muy difícil la aplicación de los principios básicos de protección, defensa y conservación de esta Ley de Patrimonio en CLM, encorsetando cualquier acción y que aboca al ostracismo todos estos bienes.

Chozo en Era Mata, junto a horno.


Rulo, en Era de la C/Vallejo, junto al horno de la familia Buendía.

Almacén, en Eras junto a carretera a Palomares del Campo.

Boceto de Horno y Aljez, de Jorge Mariscal.









Almacén en el paraje de la Mancivera.

Son un total de 17 fichas técnicas, tantas como elementos he visitado en este paseo que llega a su fin, y que dada su extensión las he elaborado como un catálogo anexo a este trabajo. Este inventario fundamental no sólo incluye mapas y fotos aéreas, y referencias catastrales para la localización, sino que cataloga los hornos por sus aspectos constructivos, morfológicos, y funcionales, así como describo su estado de conservación y otras utilidades; y confío sea punto de partida y pueda ampliarse y mejorarse con fichas de nuevos hornos y descubrimientos, o con la incorporación de más datos y observaciones a los aportados por mí, con lo que animo a indagar y buscar por el término más restos que estoy convencido existen diseminados por las fuente del Gigüela, a la espera de que algún aficionado más los rescate del olvido, y consigamos entre todos completar este inventario inicial.   

De cualquier manera, con este fichero pretendo al menos -dado que el estado de ruina y abandono en el que se encuentran estos hornos tradicionales no permite ser muy optimista sobre su subsistencia o recuperación- conservar en papel lo aprendido sobre esta tradición “yesífera” tan arraigada en Torrejoncillo del Rey hasta la llegada de industrialización, y como he tratado de exponer, sintiendo que el alma del pueblo es de aljez, tratar con este trabajo el transmitir y mantener la cadena continua de donaciones y recepciones, como una extensión de la línea de conocimiento que nos obliga a la vinculación entre los que nos dieron lo que tenemos y las generaciones futuras (Filosofía verde. Roger Scruton. 2006). También de aquí la importancia –y la urgencia- de ampliar este trabajo, como un memorial inconcluso, con la recuperación de la memoria de los mayores que vivieron esta experiencia, recopilando sus recuerdos y relatos, un bien inmaterial que no puede faltar.  

Por otra parte, dejando la filosofía a un lado y centrándome meramente en la conservación de la tradición productiva y constructiva de nuestro viejo país, confío modestamente con el trabajo haber rescatado del olvido unas técnicas constructivas que son un signo de identidad de las construcciones locales (…). De este modo, partiendo de su conocimiento, se puede conseguir su puesta en valor y sobre todo su protección como signo de identidad cultural de… Torrejoncillo del Rey (Estudio Tradicional del Yeso. Dra. Vincenzina La Spina. 2016). Lo que no se conoce no se puede apreciar, con lo que finalizo con la propuesta de creación de La ruta del yeso tradicional de Torrejoncillo del Rey.

Sería un bonito proyecto arqueológico, arquitectónico, cultural y turístico, con recorrido por los arrabales del pueblo y su casco urbano enlazando todo este patrimonio yesífero -sin perder de vista el paisaje y la flora-, e incluso los antiguos pilones con sus grandes sillares de piedra caliza que mencionaba al inicio del texto u otro patrimonio cultural y etnológico: el silo, la Ermita de la Soledad, el Convento Franciscano (el vetusto edificio religioso destinado al estudio de teología, de finales del S. XVI, a punto de sucumbir la última reliquia, la de su Ermita de Ntra. Sra. de la Paz; claro ejemplo del desamparado almario de este país de aljez), y las construcciones tradicionales con los detalles de su arquitectura popular: enrejados, aleros, fachadas, acabados…; sería una interesante iniciativa popular, además estimulada por los dos recursos de La Mina de La Mora Encantada y el recién inaugurado sendero homologado PR – CU 119, y que contribuiría, no sin gran esfuerzo pues serían muchos los actores a participar hasta conseguir su logro, “a la recuperación de nuestra memoria colectiva” (Conversaciones con Miguel Romero Sáiz. 2022), y a situar el municipio de Torrejoncillo del Rey como un referente de la España yesífera.

Propuesta de La Ruta del yeso tradicional de Torrejoncillo del Rey”.



Torrejoncillo del Rey, Domingo de Ramos, abril de 2022

Carlos Cuenca Arroyo, es empresario y concejal del Ayuntamiento de Torrejoncillo del Rey

BLIOGRAFÍA

https://www.culturaydeporte.gob.es/planes-nacionales/planes-nacionales/arquitectura-tradicional/actuaciones/estudio-del-yeso-tradicional-en-espana.html

https://centrodedescargas.cnig.es/CentroDescargas/index.jsp

https://www.sedecatastro.gob.es/

https://earth.google.com/web

La España vacía. Viaje por un país que nunca fue. Sergio del Molino. 2020 (Ed. Turner Noema)

La Danza de David ante el Arca. Orígenes Religiosos de la Danza. Vicente Malabia Martínez. (Ed. Universidad CLM y del Ayuntamiento de Almonacid. 2006

La arquitectura tradicional de la Alcarria Conquense. Valoración y rehabilitación. José Luis García Grinda.

http://torrejoncilleros.blogspot.com/2016/10/libro-arquitectura-popular-de-la.html

https://www.gipuzkoa.eus/es/web/aintzinako-lanbideak/inicio

ESTUDIO DEL YESO TRADICIONAL EN ESPAÑA. Yacimientos, canteras, hornos y la arquitectura tradicional, su estado de conservación y propuestas de itinerarios visitables para su revalorización y difusión. Dra. Vincenzina La Spina. Universidad Politécnica de Cartagena.

La diversidad tipológica de los hornos tradicionales de calcinación de yeso en España. Dra. Vincenzina La Spina, y , C.J. Grau Giménez. (Informes de la Construcción Vol. 72, 557, e334, enero-marzo 2020).

Guía de La Mina Romana de LAPIS SPECULARIS de “La Mora Encantada”. Torrejoncillo del Rey. Cuenca. María José Bernárdez Gómez y Juan Carlos Guisado di Monti. 2015

Filosofía verde. Roger Scruton

https://www.youtube.com/watch?v=Lrz4vjfGXHU

http://www.culturaydeporte.gob.es/planes-nacionales/planes-nacionales/arquitectura-tradicional/actuaciones/estudio-del-yeso-tradicional-en-espana.html

 

 

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